
Los guardafaunas locales trabajan sin descanso para rescatar a las especies silvestres adoptadas como mascotas. Cada denuncia dispara una investigación sigilosa para dar con el animal, que se recupera entre llantos y pacientes explicaciones sobre el daño que provoca tenerlos encerrados, lejos de su hábitat.
Hay un centenar de guardafaunas en toda la provincia, organizados en cuatro regionales. La capital neuquina pertenece a la región este, una medialuna que va desde Piedra del Águila hasta Rincón, bordeando la frontera provincial.
Aunque el imaginario popular ubique a estos cuidadores en las montañas y los bosques, también trabajan en áreas urbanas, salvando a especies en extinción que están cautivas en casas particulares. Muchas familias compran ejemplares exóticos o se los llevan de su entorno natural por esnobismo, vanidad o diversión. En general, no saben que está prohibido y que, aunque traten al animal con cariño, le causan un perjuicio difícil de revertir.
Fue el caso de las siete tortugas halladas en esta ciudad, que llevaban más de 20 años en la casa y ya formaban parte de la familia. Se rescataron en simultáneo con otras siete que estaban en Plottier. La Dirección de Fauna las descubrió por una denuncia y, tras una inteligencia previa, logró recuperarlas.
Las encontraron algo deshidratadas y con parásitos. Hoy, se recuperan gracias a la colaboración de Silvina Galero, del Centro Veterinario Patagónico. Cuando pase el invierno, podrán volver a la meseta neuquina, donde están en peligro de extinción.
“Uno está acostumbrado a ver tortugas de mascota y no sabe que no está permitido”, comentó Marcelo Haag, director de Recursos Faunísticos. Agregó que resulta difícil separar a la persona de la que considera su mascota, pero que no pueden hacer excepciones porque está en juego la conservación de la fauna.
Contó que en los últimos años han hallado de todo.
“Recuperamos choiques y chulengos (guanacos bebés) en barrios de Neuquén; el último caso fue el año pasado, con un chulengo en el sector del oeste”, precisó. En esa oportunidad, los mismos vecinos delataron al apropiador, que tenía al animal en el patio, esperando a que engordara para consumirlo.
Haag indicó que, además de ilegal, lo que hizo fue peligroso: “Cuando alcanza el primer celo, el guanaco es incontrolable porque tiene un tamaño importante y se para en sus patas traseras para golpear el pecho”. Por fortuna, el animal se salvó de la parrilla y volvió al norte de la provincia.
También les tocó rescatar especies de otras latitudes. “Justo ahora tenemos en resguardo un mono aullador de Misiones, que lo encontraron en una chacra en Puesto Hernández, cerca de Rincón”, relató. El dueño lo había recibido de un conocido y lo mantenía en una jaula.
Haag destacó que, cuando vienen de lejos, la recuperación es más compleja. Con el mono, están en tratativas para el traslado de 2 mil kilómetros hasta Misiones. “Si fuera bebé es más sencillo”, observó, y explicó que, por el tiempo que lleva en cautiverio, será difícil que retorne a la selva. Lo más probable es que termine en una reserva de su provincia.
“Ninguna especie silvestre se puede tener como mascota”, subrayó, y observó que, “por suerte, la gente ha empezado a denunciar más”. Recordó que, hasta hace poco, estaba de moda tener iguanas y serpientes como mascotas, que después era mucho trabajo mantenerlas y las soltaban, “haciendo un daño enorme”.
Ocurre que cualquier ejemplar que se introduzca en la provincia sin control puede provocar un desequilibrio. “Pueden venir en camiones de otras provincias, pero el mayor problema que tenemos es el comercio ilegal de animales silvestres”, explicó el director.
Cada rescate implica también aprender a cuidar y curar a los animalitos más extraños. En esa tarea, los guardafaunas cuentan con la colaboración desinteresada de muchos veterinarios neuquinos.
Fuente: LM Neuquén.
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