En la primera jornada del juicio declararon los guardavidas y los padres de la víctima. Desde los distintos lugares que ocupan en el proceso, sus relatos tuvieron en común el dolor y la tristeza. Pero en la narración de los hechos hubo diferencias, algunas de ellas sustanciales.
De acuerdo con la acusación formulada por el fiscal Andrés Azar y los querellantes Iván Chelía y Diego Vázquez, los imputados -una mujer de 24 años y un hombre de 32- «faltaron a su deber de cuidado, inobservaron todo tipo de reglamentación, inobservaron los deberes a su cargo», y por todo ese cúmulo de factores ocurrió «la muerte por asfixia por sumersión de la niña de 5 años».
Añadieron que la víctima «pasó de la zona de menores a la de adultos, se cayó a la pileta más honda y se asfixió. Ninguno de los guardavidas estaba mirando la pileta, pese a que era su obligación específica».
En su alegato de apertura, el defensor particular Juan Coto se dirigió al juez Mauricio Zabala: «Esto fue una fatalidad, algo inevitable, que le puede pasar a cualquier persona. Pretendo que usted no caiga en la tentación de simplificar el caso».
El padre de la víctima declaró que ese domingo fue al predio con su esposa, su suegra, su hijo, la niña que sería víctima y un sobrino. Dijo que después de comer un asado los chicos querían meterse en la pileta, pero sólo los autorizaron a ir hasta la enfermería para comprobar si ya estaba abierta. Allí se realiza una revisión médica y se entrega una pulsera.
«Tenían que ir a la enfermería y nada más. No entiendo cómo cinco minutos después ella terminó en la pileta más profunda», declaró. También dijo que la niña le tenía «terror» al agua y que sólo sabía «chapotear».
Tanto el padre como la madre dijeron que días después se acercó una persona a su domicilio y les pidió «perdón por no haber visto antes a la nena en la pileta». Este hombre «nos contó que él les avisó a los bañeros». Los imputados, en cambio, aseguran que nadie les dio el alerta.
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