Es el desafío que nos plantea el avance de la venta de alcohol y drogas, productos que sin duda (junto al tabaco) deben encontrarse entre los primeros lugares en cuanto a cantidad de unidades vendidas y a margen de rentabilidad.
De otra forma no podría explicarse el crecimiento de las ventas y la multiplicación de las bocas de expendio.
Pero no es el comercio lo que interesa a quien escribe sino el cuidado de la población que compone el mercado al que va dirigida la venta.
No se trata de competir con el narcotráfico o el mercado del alcohol, sino de comprender por qué las personas consumen voluntariamente sustancias tan perjudiciales para su salud y su bienestar y a partir de allí ensayar la mejor defensa posible.
Debemos comprender que las sustancias (o los comportamientos compulsivos juego, trastornos de la alimentación, demasiado tiempo en las redes sociales u otras conductas vinculadas a la intimidad o la sexualidad ) casi siempre vienen a llenar un espacio que se encuentra vacío o disponible por cuestiones que conviene conocer para abordar con mejores posibilidades a las personas que tienen alguna de las actitudes mencionadas, que consumen o abusan de ellas.
La necesidad de aquietar algún malestar, el ansia de sentir diferente, la búsqueda de un estado más satisfactorio, son algunas de las “razones” que mueven a las personas a probar con algo más que lo convencional (aunque a decir verdad la sociedad hoy está en serio riesgo de terminar en una convención en la que el consumo o abuso de alcohol o algunas drogas como la marihuana no estarían ya respondiendo a una situación personal anormal).
Y yendo directamente al cuidado que podemos ofrecerles debemos decir que es fundamental la atención de los adultos a cuestiones vinculadas con el estado emocional de jóvenes y adolecentes. Es peligroso cuando preocupados por ejemplo por la economía familiar u otros asuntos se desatiende el contacto frecuente con ellos y se relativiza la importancia del mismo, creyendo que la escuela o las actividades artísticas o deportivas de las que habitualmente suelen participar son suficiente contención. Sin caer en la paranoia debe considerarse que en cualquier espacio escolar, cultural o deportivo puede existir también la oferta de sustancias o el acceso a ellas.
Volvemos, ahora sí, a los recaudos que deben tomarse habida cuenta de que el rubro de los estupefacientes está muy extendido e intenta colocar sus productos de la manera que sea y a como de lugar.
Es necesario asegurarse de que se encuentren bien anímicamente y en el caso de no ser así proveer la contención, la escucha o el apoyo que fuere necesario.
La cercanía de los adultos ahuyenta los fantasmas y refuerza la seguridad de la muchas veces frágil estructura de personalidad juvenil.
Hoy existen grupos familiares que funcionan como pequeñas islas, cada uno con su propia agenda, cada uno con sus propios planes o proyectos e incluso en ocasiones cada uno con su propio sistema de financiamiento, es decir que hay adolecentes o jóvenes que prácticamente se autogestionan o abastecen independientemente de los ingresos que perciban los adultos de ese hogar. En ocasiones hasta de común acuerdo adultos y jóvenes pactan un monto para los gastos de estos últimos y puede suceder entonces que los adultos sin quererlo estén financiando alguna actividad nociva.
También en ese rango de grupo familiar se programan vacaciones o viajes por separado, o bien resuelven situaciones de compras, ventas, inicio o cambio de actividades sin dar participación al resto de los miembros.
Este modelo de núcleo familiar está en un extremo de la línea. Es el que no podrá anticipar nada relacionado con el uso o abuso de sustancias (no olvidar que cuando la enfermedad o adicción se hace visible ha transcurrido ya tiempo, en algunos casos hasta varios años).
En el otro extremo de la línea se encuentra la familia participativa, en la que a uno de los miembros importa a todos importa. En la que se celebran enfáticamente los objetivos alcanzados y se estimulan mutuamente, alentándose amorosamente a superar escollos, apoyándose respetuosamente en los trances de angustia o pena que a todos en la vida nos toca atravesar. Son estas familias, las que son capaces de detener cada uno de ellos su propio andar si fuese necesario, para asistir al miembro familiar que por la razón que fuera lo estuviere necesitando.
Y entonces:
por más que la oferta de sustancias se extienda, mejore su marketing, calidad o costo, no tendrá lugar donde los valores se han establecido y el sentido de vivir está claro. No existe un lugar más apropiado para instalar ese software que en el seno de la familia, es allí donde todo comienza y el lugar desde el que conviene dar la batalla. Nunca es tarde, siempre puede intentar un cambio de rumbo.
El TAP está siempre a disposición de aquellos que deseen informarse, orientarse o pedir ayuda por alguna situación como las que describimos aquí.
MARIO ALTIERI DIRECTOR TAP (tratamiento de las adicciones en la Patagonia)
TAP Centro de Día para el tratamiento de adicciones y comportamientos compulsivos.
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