Varias semanas después, aún sigue en rehabilitación, con secuelas de la compleja batalla que lidió. “Todavía me encuentro medicado con anticoagulantes porque el Covid genera trombos en la sangre y me estoy haciendo estudios bioquímicos y placas de los pulmones, que por ahora resultaron bien, pero esto va a llevar meses”, comentó, sin perder en ningún momento su buen humor.
Carlos es querido tanto en el cuartel como en la ciudad que lo adoptó hace casi cuatro décadas, cuando era un adolescente. Entonces, iba a Bomberos a jugar al vóley y no se imaginaba que un día iba a usar ese uniforme y honrarlo con una trayectoria que quedó plasmada en el cariño de la gente que lo acompañó en su lucha contra el Covid.
Confió que el aliento de la gente “fue muy emocionante porque es una satisfacción personal, porque me acercaron un celular cuando estaba internado y podía ver las redes sociales, sobre todo Facebook, donde personas de distintos credos oraban por mi sanidad y, como soy una persona creyente, eso me fortalecía”.
El cariño la gente lo transportaba en las horas más difíciles casi 40 años atrás, hasta la época en la que echó raíces en Plottier. “Soy nacido en Cutral Co y me vine a los 14 años porque mi padre era jubilado de YPF y quería buscar el Valle, que se le decía así, porque acá había vegetación y, en la década del `70, allá era todo arena y sol”, recordó.
Al cuartel de Bomberos lo conoció un par de años después, agregó, “cuando fui al jugar al vóley porque tenían el salón con un equipo; yo cursaba el secundario y jugaba en la escuela y un vecino me invitó a ir, así que fui a ver qué era”.
Entre risas, relató que en ese momento le ofrecieron ser bombero voluntario “y les dije que ni loco, pero me empezó a gustar la calidad humana que había y así se fue dando, porque, hasta que no lo probás, no empezás a tener vocación de servicio”. Y, por si quedaban dudas, subrayó: “hoy, no lo cambio por nada”.
En tantos años, muchas veces le tocó luchar por la vida de los demás, siempre junto a su equipo. El Covid fue la primera batalla que libró solo. “Empecé con síntomas el jueves 27 de agosto, con decaimiento y un poco de fiebre, así que me atendieron en el hospital de Plottier, me hicieron una placa y me encontraron un poco de neumonía”, indicó.
Unos días después, en el cuartel, sintió que no podía respirar y le bajó la saturación de oxígeno. Fueron a buscarlo de inmediato desde el hospital y, como el cuadro era complejo, lo trasladaron a una clínica en Neuquén capital.
Reconoció que, hasta entonces, “no había tomado magnitud de esto porque a mi señora le tocó también y, como vivimos los dos solos, nos dijimos que lo íbamos a pasar juntos de la mejor manera posible, pero nunca imaginamos que iba a tener una neumonía bilateral con el 70 por ciento de los pulmones tomados”.
Ella sólo sufrió dolor de cabeza y corporal, aunque debió atravesar la enfermedad aislada y preocupada por su esposo a la distancia. Recién cuando el hisopado de Carlos dio negativo, se reencontraron en un abrazo. “Estuve internado 28 días y no pudo acercarse nunca”, remarcó él.